Ensayo
Ella no debe morir
Por Rubén Darío Buitrón Myriam me dio la noticia: Nancy estaba muriendo. Y luego susurró: “Dicen que tú tienes la culpa”. Preocupada, Myriam me había buscado durante dos meses. No tengo un lugar fijo para trabajar y pocos, casi nadie, conocen dónde vivo. Y ahora, sentados en el café Juan Valdez, de Urdesa, me hablaba
La venganza
Por Rubén Darío Buitrón* Ana quizás lloraba. O quizás no. La pena y la tristeza eran sentimientos ajenos y olvidados en ella como se guardan los objetos inútiles en el último cajón de una vieja cómoda. Era ella la persona a la cual más se le ponía atención en el velorio. Ella, que durante mucho
Llamadas nocturnas y muertes súbitas
Rubén Darío Buitrón* En la pantalla de la tablet apareció un número desconocido. El ringtone Lyra, de mi Samsung Galaxy Note, sonaba con tanta insistencia que desde mi apocalíptica visión de la vida se me ocurrió que podría ser algo grave. Eran las dos de la tarde. Estaba somnoliento y con un ligero malestar estomacal.
Cuando la noche se pinta los labios
Rubén Darío Buitrón* Son miles. Y Carmen es una de las que se suman y se multiplican. Están entre los 20 y los 45 años de edad y ya no solamente se reúnen cada jueves por la noche, el clásico día que cafeterías, bares y restaurantes lo dedican a mimar a las mujeres con ofertas
La Tierra está cabreada
Rubén Darío Buitrón* ¿El planeta se enoja con nosotros como una persona se enoja con otra? Esa mañana nos despertamos en silencio. En la noche, Anamá quiso hacer el amor y yo no tuve erección. Supongo que estaba cansado. O tuve algún presentimiento. Ahora estoy en la planta baja del Quicentro, en los almacenes Paco.
Rito y conciencia
Por Tatiana Mendoza* Sol de cuarenta grados y lluvia. Calle Colón y Capitán Nájera, casi centro, casi sur, pero es el punto caliente de hoy. Solo hay una cosa en mi mente. En mi mente solo hay una cosa. Flavio tiene 37 años, dizque estudió periodismo, pero logra algo con la fotografía, es más, el
El disparo
Por Rubén Darío Buitrón* Cuando vi la pistola frente a mí pensé que esa era la mejor forma de matarme. Guzmán estaba borracho, igual que Raquel y yo. Yo manejaba el pequeño Austin de ella porque era el menos ebrio de los dos. Con el tiempo iba comprobando -y me parecía patético- que la pasión,
Sonámbulos y zombies
Por Rubén Darío Buitrón* El celular sonó como si se destapara, a la antigua, una botella, con una suerte de chasquido de los dedos, como un viejo descorchador de refrescos. Era el anuncio esperado: el mundo estaba conectado conmigo, no me había olvidado, estaba pendiente, algo quería decirme. La noche anterior, Karina me advirtió que
El regreso
Por Rubén Darío Buitrón* Volvimos a vernos seis años después, en Quito. Ella regresaba de España, tenía una hija de cinco años y un marido alemán a quien conoció allá y con quien se casó. En todo ese tiempo la deseé más que antes. Cuando vivía aquí era una obsesión acostarme con ella, pero siempre
Balas bajo la lluvia
Por Rubén Darío Buitrón* Era domingo y hacía frío en esa parte alta de la ciudad. Llovió en la madrugada y a Jacinto le fue difícil levantarse porque esa noche casi no había dormido. Se vistió al apuro y el resto fue casi automático: tomar su pistola, besar el retrato de Cristina, que lo tenía